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Concurso Roscón de Reyes 2011

3 Mayo 2012

ANA MONEO Ganadora del Concurso 2010-2011 Ana Moneo, nos cuenta que nunca había cocinado un roscón, pero sí que tiene gran experiencia en cocinar todo tipo de postres. La repostería es uno de sus hobbies y entre sus recetas favoritas se encuentran las magdalenas, los macarrons, las rosquillas o cualquier tipo de tarta. Recuerda que cuando decidió participar en el concurso, su hijo, que es cocinero, le dijo “si no te levantas a las 5 de la mañana para hacerlo, no ganas”. Así que Ana se puso a practicar e hizo cinco roscones antes de dar con el perfecto. Comenta que lo más importante para hacer un roscón es “tener paciencia y la experiencia”, pero sobre todo es fundamental hacerlo el mismo día para que quede tierno y esponjoso. Como anécdota nos cuenta que compró una paellera para cocinar el roscón, ya que necesitaba tener unas dimensiones concretas y éstas eran perfectas. “Le quité las asas a la paellera y ahora la utilizo para hacer arroces al horno que me quedan muy ricos” añade entre risas. Para el concurso, Ana elaboró dos roscones. El primero lo cocinó la noche anterior, por si el otro no salía como esperaba. Pese a haberse acostado a las doce de la noche el día del concurso se despertó a las cinco de la mañana, siguiendo el consejo de su hijo, y cocinó el que, todavía sin saberlo, sería el roscón ganador. Presentó el roscón relleno de nata, decorado con almendras laminadas y algunos arándanos. El trabajo estaba hecho, ya sólo quedaba esperar. Ana ganó y así es como finalmente pudo visitar Colonia y contemplar Como premio disfrutó, junto con su hija Yosúe, de un fantástico viaje a Colonia (Alemania) en cuya catedral se encuentran, según la tradición, se encuentran las reliquias de los Reyes Magos. Ana nunca había participado en el concurso y cuando le preguntamos cómo y por qué se animó a participar la respuesta fue cuanto menos, curiosa. Pocas semanas antes, en el puente de San Francisco Javier, realizó un viaje con su hija a Bélgica. En el avión de vuelta, una chica que había visitado Colonia les comentó “nunca había visto una catedral tan bonita como la de Colonia” y aquello picó la curiosidad de Ana. Cuando volvieron a Cascante, al ojear el periódico, encontraron un anuncio del concurso del roscón. Ana nos cuenta que al ver que el premio consistía en un viaje a Colonia pensaron “esto sí que merece la pena”, y por ello, ella se animó a participar. La primera parada del viaje fue Düsseldorf, donde aterrizó el vuelo y se hospedaron la primera noche. Los padres de Ana fueron de los primeros españoles en emigrar a Alemania y vivió allí durante 6 meses cuando sólo tenía 3 años. Desde entonces nunca había vuelto, y poder conocer la ciudad le hizo especial ilusión. En Düsseldorf, le llamó la atención el ambiente de negocios, de gente trajeada. “La calle olía genial por la cantidad de puestos callejeros de comida para llevar, que además estaba muy rica”, nos cuenta Ana. Al día siguiente viajaron a Colonia. “Así como Düsseldorf era una ciudad de negocios, Colonia me pareció mucho más turística y llena de tiendas”, comenta. Lo que más le impresionó fue poder contemplar, nada más bajarse del tren, la imagen de la majestuosa catedral de estilo neogótico. Entraron, pero no pudieron ver las reliquias de los Reyes Magos porque esa zona se encontraba en obras. Realizaron el viaje en junio y, a pesar de alguna lluvia aislada, la buena temperatura acompañaba. Ana recuerda ver mucha gente joven sentada en la escalinata de la catedral y turistas paseando. Cómo no, probaron los platos típicos alemanes: salchichas, codillo o la conocida tarta “Selva Negra” que merendaron en el famoso Museo del Chocolate. También tuvieron tiempo para subir a la torre de la catedral y pasearon hasta el final del puente desde donde obtuvieron esta fotografía en la que se contempla la ciudad de fondo. Para continuar el viaje, Ana y Yosúe, decidieron realizar un paseo en barco por el Rin; dice que fue lo mejor del viaje. “Sólo por ver las orillas del Rin, merece la pena. Tanto en la margen derecha como en la izquierda podían verse multitud de castillos”. El viaje en barco les permitió parar en diferentes pueblecitos y para Ana éstos fueron el gran descubrimiento del viaje: Remagen, Bacharach, Linz, Sankt Goar, Koblenz… “Bajas de la estación y crees que te han engañado porque sólo ves una muralla, pero una vez que pasas el arco y entras en la ciudad es precioso, todo muy típico, de cuento”, relata Ana, “los pueblecitos eran preciosos, todo muy cuidado, llenos de flores. La gente era muy amable, a más no poder”.

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